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Hoy no necesito marcharme muy lejos, ¿para qué? Tengo mi propio mini-paraíso al ladito de casa: la playa de Atxabiribil en Sopelana. Como me encuentro perezosa, sólo tendré que andar unos metros para hablaros del mar.
Cuando llegué a Sopelana hace ya 18 años y entré en la que hoy es mi casa, me quedé prendada del entorno. Hacía un día soleado, los jardines estaban muy bien cuidados, y el mar se veía azul en espejo con el cielo. Después de vivir en una de las callejuelas de Portu durante unos años, aquello me pareció el paraíso. Qué más daba que el transporte público quedara a varios kilómetros, o que a la tienda más cercana hubiera que ir en coche, no me importaba lo más mínimo, el sitio era lo más, y sobre todo, las vistas desde el acantilado.
El caso es que después de tantos años, sigo pensando que el sitio es estupendo, aunque en la habitación no quepa ni un taburete. O en los baños haya que pedir la vez para no quedarse atascado. A quién le importa vivir un poquitico apretujado si se puede disfrutar del mar en un salto? A mí no, desde luego.