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26 jun 2009

Le Dune de Pyla y el camping Panorama Pyla


Como muchos ya sabéis, ayer empezamos nuestro periplo por el país galo. Vale, pues nuestra primera parada sería Arcachon, para poder disfrutar de la duna más grande de Europa: le Dune de Pyla.

La primera alegría me la llevé nada más pisar tierra francesa, es lo que tiene la emoción de las vacaciones, te atonta. Paramos unos kilómetros antes de nuestra meta en un área de descanso. Yo sinceramente no recordaba los olorosos agujeros negros que sustituían a los inodoros del siglo XXI, así que cuando entré en el habitáculo en cuestión, me quedé impactada por la visión, momento que aprovecharon las ladinas gafas de sol para escurrirse de mi cabeza y colarse certeramente por el foso del horror. Se me quedó una cara de lerda, que para qué contar. Menos mal que no eran marca Yves St. Laurent o Crhistian Dior, sino que eran de “flu-flu” y me habían costado cuatro perras. Así que el duelo duró poco y para solventar el inconveniente le confisqué hasta nueva orden las gafas al amigo de mi hijo, Endika. Mi aspecto era un poco raro, pero como aquí no me conoce nadie, no problema.


El caso es que media hora más tarde habíamos llegado a nuestro destino, qué emoción. El cielo, bajo orden expresa de mi corazón, nos había regalado un tiempo de escándalo. Ni una nube en el horizonte y temperatura agradable, 23º. Los niños estaban impacientes por subir aquella enorme montaña de arena, así que ni descargar maletas: la aventura es la aventura.

Según nos íbamos acercando a la línea del mar la panorámica era cada vez más espectacular (de ahí el nombre del camping). Entre pinos y tiendas de campaña, discurre un pequeño sendero que desemboca en la vista más increíble que te puedas imaginar. Al fondo pedazo Atlántico en todo su esplendor. Un poco más cerca, una gran barrera de arena que con silueta caprichosa llega a formar islotes paradisíacos, y a la derecha, monumental e impresionante, la gran duna, madre de todas las dunas.

Con la alegría del momento los niños se lanzaron a escalar aquella masa inmensa y yo, ignorante de lo que me esperaba, me lancé detrás. A los 20 minutos, yo había perdido de vista a los niños, mis piernas estaban acalambradas del esfuerzo y mi respiración se abría paso con dificultad en la garganta. Por dios! Yo no duraría ni un asalto en un desierto! Pero si es que la duna madre de todas las dunas no acababa nunca, y escalar aquella arena era un suplicio! Pero claro, yo le había prometido a mi amiga que cuidaría de su hijo, y ¿dónde cojones estaba su hijo, se lo había tragado la arena? ¿y el mío? Detrás seguro.

El caso es que con la lengua seca y los gemelos “partios” conseguí avistar a las criaturitas, que jugaban alegremente a corretear arriba y abajo. Chicos, lo que es tener 12 años: los pulmones te funcionan estupendamente y los músculos no conocen las agujetas.

Una vez controlada la situación, me dispuse a disfrutar de las vistas, qué pasada. El viento en la zona era bastante fuerte, es por ello que una veintena de parapentistas aprovechaban el momento. Su colorido contrastaba con la dorada arena de la duna, ofreciendo un espectáculo precioso. Al ser un día muy claro, la línea del horizonte se veía lejana, y se divisaban sin problema todos los islotes de alrededor. Aunque hice docenas de fotos, ninguna conseguía reflejar toda la belleza que captaba el ojo humano.

Todavía impresionados por la gran duna madre de todas las dunas, decidimos volver al camping para instalarnos. He de decir que el camping Panorama Pyla en mi opinión, es el que mejor situado está. Se ubica al final de la duna, en el sitio más tranquilo, con las mejores vistas y buen acceso a la playa.

Habíamos alquilado un “cottage” y para mi sorpresa, estaba impecable. Muy nuevo por dentro, muy limpio y bien acondicionado de menage. Teníamos una pequeña terracita de madera con mobiliario de jardín e incluso hamacas, todo un lujo. Y es que el camping, no dejaba de sorprenderme. Tenía amplias instalaciones: tenis, ping-pong, petanca, minigolf y la gran estrella: el recinto acuático. Todo, de uso gratuito para los campistas, increíble.

Especial atención como ya digo, el recinto acuático. Dos piscinas de agua templada, dos jacuzzi, una piscina con hidromasaje (agua helada) y otra para niños, (agua más helada todavía). Un tobogán extralargo, una sauna y espacio con aparatos de gimnasia. Para finalizar, montones de hamacas repartidas por toda la zona, ¿qué más podemos pedir? Nada, un buen libro y crema solar. La vidorra está servida.

Para finalizar la jornada, decidimos acercarnos a la duna de nuevo, a ver caer el sol. ¿Qué voy a decir de los ocasos del océano Atlántico? Si la arena dorada contrastaba mágicamente con el cielo azul, ¿cómo describir el anaranjado sol de la tarde que teñía con su color todo lo que tocaba? Es imposible hacer una descripción exacta del momento, no podría, no haría justicia. Sólo puedo decir, que el que haya estado en las rías bajas gallegas, ya sabe de lo que hablo. El mismo sol, el mismo mar, la misma magia.

Magnifique!

4 comentarios:

  1. Hola Mónica, gracias por hacerme reír....solo quedan unos 10 días para que yo pueda disfrutar de Bretaña con mi familia. Gracias por tus consejos! Merci!

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  2. jajaja, me alegro de verdad! seguro que te va a encantar. Un abrazo!

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  3. hola monica estamos preparando nuestro viaje al paraiso pero al ser francia nos da un poco de miedo el tema de precios, sabes a cuanto salia poner la tienda de campaña??gracias y un saludo!!

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  4. Hola, pues la verdad es que no me acuerdo, pero yo creo que los campings en Francia serán un pelín más caros que aquí. En cualquier caso seguro que tienes todas las tarifas en las webs de los campings. Disfrutad!!!

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monica.carratala@gmail.com